‘Alíy-i-Zunúzí (Poema de D. Manuchehr Hejazi Tafreshi)

Madrid. 14/04/2016

Manuchehr Hejazi Tafreshi fue un poeta místico persa que, durante toda su vida y obra, se inspiró en las Enseñanzas bahá'ís, la creación de una obra literaria sin precedentes en la escena internacional de Poesía, debido a su capacidad de armonizar la cultura espiritual con la cultura del progreso.

Este es uno de sus poemas:

Mírzá Muḥammad `Alí Zunúzí

 

Una vez más es primavera

y, jubiloso, ha regresado mayo.

Levantaos, es ahora el momento de la dicha.

Se ha marchado la escarcha del invierno

y así mi corazón se regocija.

Mío es el cielo porque mayo vuelve.

La rueda de los años gira de nuevo y pido:

¡Silencio!

Que paren esa vieja cantinela,

liberaos de los viejos pensamientos,

juntos inauguremos este admirable día.

Olvidad las leyendas de otra época, de Leila y de Majnún[1];

son historias pasadas que ya se han disipado.

La fama de Qays[2] es gracias a la fuerza de la pluma de Nizámi;

pensad en el mensaje que transmite y no en la virtud del escritor.

Los días se suceden, se despliegan las épocas y nos van instruyendo en el amor de Anís.

Lejanos quedan hoy los fuertes golpes de Farhad[3].

El corazón de la montaña apuñaló con fuerza e intentó deshacer sus piedras.

Cuando lo asesinaron, machacaron sus huesos y sus tuétanos y hasta su carne,

pero no así el amor.

No llamará el amor a las almas carentes de fervor;

sus alas sólo pueden desplegarse si con amor se paga.

La búsqueda del amado es como ir tras el rastro del amor en persona,

tras el amor Divino, no tras aquel que del barro procede.

Devoto amor, fervor, brío, entusiasmo son la senda que guía a esta caravana,

que orienta tus pasos con acciones tan puras y tan nobles.

Decidme, ¿cuándo en la vida pudieron olvidarse suplicios y otras pruebas celestiales?

Lo mismo que tus obras, perdurarán por siempre.

 

Pero un día llegaron, y fue arrebatado de brazos de su amor.

Sostenía en sus manos la cuerda del verdugo

mientras su corazón rezaba una plegaria.

No sólo demostró su devoción, sino también sumisión pura.

No era su voluntad mera resolución, más bien era de hierro su fortaleza.

Muchas cosas calló a los amados de su corazón.

Qué silencio albergaban sus dos labios mientras su alma intentaba hablar.

Silenciosos quedaron esos labios, sellados frente a su familia.

Su mujer y su hijo consternados causaban en su alma tal dolor que lloraba y gemía.

 

Observo con pavor, a lo largo del tiempo, cuantiosas maravillas no contadas,

y siento desconcierto por la ausencia de sentido común en esta tierra.

No olvidemos la historia del zapatero de Nasir[4].

Siempre caen los piadosos en las manos salvajes,

como presas.

Si parece que vamos a ahogarnos en un océano o en una poza,

el ángel de la muerte llama igual en ijaz que en Ray.

 

Sobre ese hombre y su nobleza, todo honor y alabanza son pocas.

Nunca podrá extinguirse una leyenda tan incomparable.

 

Tu nombre es inmortal;

perdurará siempre, por todas las edades;

en los rollos sagrados está grabado eternamente.

 

Nada florece si no estás en mi alma.

Rendirte tributo es como germinar flores en el alma y en el corazón.

He cantado tu alabanza en tonos matizados.

Mi discurso carece de palabras vacías.

¿Dónde se pudiera encontrar un ojo perspicaz?

¿Dónde uno que conozca y vea de verdad?

Para que vea en verdad, y con su corazón conozca el valor de este Día.

 

 

*******************************

 

Petrificados quedamos

al pensar profundamente

qué asombroso es lo ocurrido,

cómo el brazo de la tiranía

hizo cumplir

aquel decreto de Amír[5].

La crueldad manchó sus manos,

depravado hombre brutal;

el precio de su vil plan

pagó el Señor de justicia.

¡Ay! Qué tarde se dio cuenta

de su difícil destino, 

no supo que a Dios no puede

enfrentársele ninguno.

 

Montañas todas de almizcle

desplegaron tus palabras[6] a mis ojos

y por alabarte a ti,

se rindió mi corazón,

y por ello

ha de contarse esta historia.

 

Con este libro de amor,

de amor inenarrable que tu pluma ha narrado,

mi alma ha revivido, también mi corazón;

así espero que tu alma reviva de igual modo.

Y así tu pluma avance por el sendero de Su Causa.

Yo rezo para que tu vida sea feliz y esté plena de pensamientos ricos.

Radiante dicha y muy grandes deleites te deseo.

Riqueza de palabras sean para tu pluma;

que nunca te abandone el don de la escritura,

y así sea.

 

 

[1] La historia de Leila y Majnún es el clásico cuento de amor de origen árabe y una de las leyendas más populares de Oriente Medio. Fue versificada por el poeta persa Nizami en el siglo XII. Nota del traductor.

[2] Nombre propio de Majnún; la palabra Majnún significa loco.

[3] En referencia a la historia de Shirín y Farhád, otra historia épica versificada por Nizámí. Farhad era un picapedrero que vio a la princesa Shirín de lejos y se enamoró de ella desesperadamente. El marido de Shírín, Khusraw, decidió burlarse de él tendiéndole una trampa cruel. Le dijo a Farhad que Shírín sería suya si, en un plazo determinado, era capaz de abrir un canal a través de una montaña maciza para llevarle leche hasta el baño. La tarea era imposible, pero tal era el loco fervor de Farhad que, finalmente, estuvo a punto de conseguirlo, machacando la montaña de piedra con los golpes de su hacha. Khusraw, alarmado, le mandó un mensajero para decirle que Shírín había muerto. Cuando escuchó la noticia, se clavó el hacha en la frente y murió.

 

[4] En referencia a la historia de Násir Khusraw y el zapatero: Ḥakím Náṣir Khusraw tuvo que huir de su pueblo debido a desavenencias religiosas. Viajó durante la noche y llegó al pueblo más cercano por la mañana, donde se dirigió a un zapatero para arreglar sus zapatos. Mientras estaba trabajando, el zapatero cogió su cuchilla y se fue corriendo tras una muchedumbre que se agolpaba fuera. Al volver un poco más tarde, el Hakím le preguntó qué estaba pasando, a lo que respondió el zapatero: «Un derviche estaba recitando algunos poemas de Násir Khusraw. Con la ayuda de otros, hemos conseguido que calle para siempre ». El Hakín dijo: «Date prisa y devuélveme mi zapato, porque me trastorna respirar el aire de un pueblo en el que se leen los poemas de Násir Khusraw ». Al irse, se dijo a sí mismo: «Imagina, si estos necios tratan así a un derviche, no quiero ni pensar lo que harían si me encontraran». 

[5] Amír: Amír Nizám, el primer ministro que firmó la sentencia de muerte de El Báb.

[6] En referencia a la historia de Anís Zunúzí escrita por Ruhullah Mehrabkhani.

 

 

 

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